El caso de “el avaro de Xinzo”, famoso en toda España a finales del siglo XIX
La avaricia es uno de los pecados capitales y se puede definir como el afán desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. Esa ambición desmesurada acompañó a un vecino de Xinzo de Limia durante su vida pero no fue hasta su fallecimiento, a finales de 1891, cuando se descubrió la verdadera magnitud de su avaricia, llegando a ser conocida en toda España.
“El avaro de Xinzo”, tal y como lo definen varios periódicos, era un limiano llamado José Oterino, que tan solo contaba con 43 años en el momento de su muerte, pero en cuya corta vida había acumulado una inmensa fortuna, a costa de vivir con múltiples privaciones. Entre su particular tesoro se encontraban 432 onzas de oro, una enorme suma de dinero, lo cual le llevó a ocupar la primera plana de la Gaceta de Galicia, el 10 de noviembre de 1891, con el titular “¡Cuatrocientas treinta y dos onzas!”, una cantidad increíble para la época “Cuando apenas se ve una moneda de cinco duros, hoy que el oro ha desaparecido en absoluto de la circulación, el hallazgo de algunas monedas de ese metal y mucho siendo onzas antiguas, es un verdadero acontecimiento.”
El tesoro del José Oterino fue hallado por el juez de primera instancia de Xinzo, en el momento de hacer el inventario de bienes en la casa del finado. Las onzas se encontraban en un bote de hojalata que estaba dentro de un “escaparate” de un Santo Cristo.
Halláronse también ciento ochenta monedas de cinco duros; ciento ochenta de cuatro; una porción de medias onzas; monedas de cuarenta reales y un paquete de billetes guardado todo en diferentes baúles y cajones que había en la casa del finado. (…)
Como objetos curiosos que figuran en el inventario merecen citarse estos:
- Una mula que hace 22 años entró en la cuadra, sin que por descuido haya vuelto a pisar el pavimento de las calles hasta la fecha.
- Dos vacas que están también en otra cuadra desde hace 150 meses y días.
- Un perro de perdices, ciego y sordo consecuencia de sus muchos años.”
El único heredero de dicha fortuna era su único familiar, Alonso Junquera, “(…) sujeto que durante 32 años prestó sus servicios como criado en casa de D. Luis Pérez, vecino de Allariz, y en la que se encontraba el día que ocurrió la muerte de su sobrino (…)”. Los dos millones de reales a los que ascendía la herencia serían depositados en la sucursal del Banco de España en Ourense hasta que el señor Junquera obtuviera la declaración de heredero.
El tema dio mucho más que hablar pues, pocos días después, el 14 de noviembre, la Gaceta de Galicia volvía a llevarlo a su portada con el siguiente titular “El avaro de Ginzo”:
En Ginzo de Limia no se habla más que de cuanto se refiere al “abintestato” del señor Oterino. Allí la opinión se empeña en rodear su vida de todas las condiciones de la fábula y de hacerle célebre como el arquetipo de los hombres económicos.
Ya vamos creyendo que se ha perdido el único español digno de ser ministro de Hacienda, y capaz de sacar a flote los comprometidos intereses públicos.
Cuéntanse mil anécdotas a cada cual más original e interesante.
Moneda de oro que entrase en aquella casa no volvía a ver la luz del sol. Las comodidades tan preconizadas y sobre todo tan en uso en los presentes tiempos se habían proscripto en las costumbres del finado.
Acumular mucho y gastar poco era la línea de conducta que se había impuesto.
La puerta de la casa se cerraba a la postura del sol, y aunque se hundiese el universo no volvía a abrirse hasta que el astro rey asomaba su rubicunda faz por Oriente.
La luz artificial estaba desterrada por antihigiénica. Se hacía uso de ella únicamente cuando era de absoluta necesidad.
Disponía de 500 sábanas de lienzo del país, cuyo lino se había rastillado, hilado, blanqueado y tejido en casa, y solamente se servía de una sábana doblada a la mitad para envolverse mientras permanecía en el lecho.»
Además, su carácter le llevó a tener enfrentamientos con otras personas y, al parecer, tuvo que enfrentarse a una pena de cárcel.
Pero todas estas tacañerías son miel sobre hojuelas comparadas con la que sigue.
Hallábase el finado en la Cárcel de Orense, condenado a dos meses de arresto en la causa que se le instruyera por lesiones. La condena debía extinguirla en la Cárcel de Ginzo.
Enterado el entonces gobernador, señor Mijares de que la causa obedeciera a una intriga, y sabedor de que lo que más mortificaba al Sr. Oterino era el tener que ir a Ginzo conducido por la Guardia Civil, mandóle (sic) buscar por el inspector de Orden Público, y ya en su despacho manifestóle (sic) que desde luego podía hacer el viaje a Ginzo en coche particular para evitarle la as molestias de la conducción, añadiendo que de tal modo podían los guardias acompañarle sin que nadie lo advirtiese.
El Sr. Oterino, que tenía en su casa 36 docenas y media de onzas, cientos de monedas de 8, 5, 4 y 2 duros de oro y billetes de Banco guardados en diversos escondrijos, preguntó con viveza:
- ¿y quién paga el coche?
Sorprendido el Sr. Mijares con tan extraña pregunta, respondióle (sic) secamente:
- Pues el coche lo pagará usted porque el Ministerio de Gobernación ni los gobernadores disponen de fondos para ello, por no haber previsto el caso.
José Oterino prefirió realizar el trayecto de unos 50 km. andando, en lugar de pagar «cinco duros» por ir en coche de caballos
El Sr. Oterino, visiblemente contrariado, pasóse (sic) la mano por la frente y dijo que sentía mucho darle aquella satisfacción a sus enemigo, que tenía gran interés contrariarlos; pero que no hallándose dispuesto a pagar cinco duros por un coche para hacer un viaje que después de todo no era de recreo, se resignaba a ir a pie entre una pareja de la Guardia Civil.Y así lo hizo, en efecto.»
Tanto eco tuvo el tema, que le empezaron a “llover” familiares al avaro finado.
La villa de Ginzo vese (sic) frecuentada estos días por gentes de Villar de Ciervos, de Verín, de Allariz, y hasta por un individuo que ejerce la magistratura en Burgos. (…) Ya se habla de acciones que piensan entablarse en breve y de que uno de los presuntos herederos padece de enajenación mental.
Solo falta que lo que se creía una fortuna, sea una desgracia para muchos.”
Al comenzar el siguiente año, parece que el tema ya estaba resuelto a favor de su único heredero, -aunque no se menciona expresamente, sería su tío Alonso Junquera, que pasaría de criado a millonario de la noche a la mañana- así lo publica El lucense, el 4 de enero:
(…) las monedas de oro encontradas al practicar el Juzgado el reconocimiento de la casa fueron a parar, no a manos del indiscutible heredero, conforme a las prescripciones del Código Civil, sino a las de un señor, previo contrato elevado a escritura pública, en el que dicho señor se compromete a pagar anualmente al heredero una cantidad convenida, y este a su vez dióse (sic) por conforme renunciando a sus derechos bajo las condiciones estipuladas.
Mucho se habló de las onzas, pues –metafóricamente, por supuesto- anduvieron rodando por las columnas de casi todos los periódicos de España,(…)”
Un ejemplo de la repercusión nacional de la avaricia de José Oterino, es que aparece reflejada hasta en el Diario de Tenerife del 26 de noviembre de 1891. Por paradojas del destino, su fama póstuma alcanzó las “Islas afortunadas”.
No es habitual que alguien tenga una fortuna escondida «debajo del colchón» y, aún así, viva como un pordiosero, al igual que el tristemente célebre «avaro de Xinzo». Si se le hubiera aparecido el «fantasma de las Navidades futuras», como al protagonista del Cuento de Navidad de Charles Dickens, es posible que su actitud hubiese cambiado, al ver a su tío gastar las onzas de oro que con tantos sacrificios y privaciones había acumulado.
Fuentes
El Eco de Galicia, diario de la tarde; n.º 1650, Lugo (11/11/1891), pág. 2 y n.º 1658, (20/11/1891), pág. 3
Gaceta de Galicia Diario de Santiago. Decano de la prensa de Compostela, nº 246, Santiago de Compostela (05/11/1891), pág. 1; nº 250 (10/11/1891); nº 254, (14/11/1891)
Diario de Tenerife: periódico de intereses generales, noticias y anuncios, nº 1520, Santa Cruz de Tenerife (26/11/1891), pág. 2.
El lucense: diario católico de la tarde, nº 2.162, Lugo, (04/01/1892) pág. 3
casos asi habia bastantes,gente w
que lo pasaba mal por ahorrar y vivia mal,y total para que,la avaricia siempre fue asi y seguira aunque cada vez menos.
Osea que alguien, casi seguro «de buena familia» le robó la herencia a su legítimo dueño