La romería de A Saínza en un reportaje de 1929 (Segunda Parte)
Continuamos el relato donde lo dejamos la semana pasada:
«Entonces uno de los emisarios [cristianos] se indigna, enrojece, ahueca la voz y grita:
–¿Queredes gerra? (sin intervención de la u). Pues gerra tenderedes- Y parten como vinieron. (…) La lucha parece inevitable.
En tanto, la procesión está sobre la carretera. Los estandartes asoman sobre las cabezas de la multitud, y se ve a la Virgen de las Mercedes, que al ver las grandes barbas de los moros acaso tiembla por la muerte de los defensores de la fe, en su blanco y alegre carrito orlado de guirnaldas. En toda la llanura, a pesar de ocuparla tantos miles de almas, reina el silencio precursor de los grandes acaecimientos. (…) se masca la tragedia. Claro está que como es ya hora de comer, no es eso tal vez lo que quisiera mascar la concurrencia.
Pero un rayo de reflexión debe penetrar hasta el cerebro de los jefes combatientes (…) Una ligereza suya puede costar la vida a los luchadores de los dos grandes ejércitos, que suman entre todos dieciocho o veinte hombres. Se hace caso omiso de los prisioneros cristianos, jóvenes imberbes que, todos sobrecogidos, cargados de imaginarios grillos y cadenas, ocupan la terraza de la fortaleza. Delante de esta, como a quince metros, hay, clavados en la tierra, dos disformes trozos de piedra [los pedestales desde los que dialogan los jefes moro y cristiano]. Ocupan aquel lugar de modo permanente. Es muy largo lo que se dicen. Hay que condensarlo:
–En nombre de Dios todo poderoso, y del rey de España, mi señor, os envito a que entreguéis esta fortaleza que tan injustamente detentáis –dice el jefe cristiano-.
–En nombre de Mahoma, que es el verdadero Dios os contesto que solo os entregaré este castillo si lo conquistáis con la punta de la espada.
Y en seguida, se enzarzan en una altisonante conversación de muchos minutos. (…)
Lo hacen en castellano. Como esto me pareciese raro, dialogué con unos ancianos que se me ocurrieron muy adecuados para desempeñar el papel de cronicones.
–¿Siempre se habló así?
–No, señor; antes discutían en gallego. Se habla en castellano desde que murió el canónigo, hace cuarenta años.
–¿Qué canónigo era ese? ¿Cómo se llamaba?
–Era de este lugar, de aquella casa que hay allí, al pié de aquella taberna; pero no le sabemos cómo se llamaba.»
[Abrimos un paréntesis para aclarar que solo pueden referirse a D. Manuel Alonso Dorado (1804-1871), originario de Rairiz de Veiga, beneficiado de la catedral de Ourense desde 1852 y canónigo de la misma desde 1857. Él fue el que restauró la capilla de A Saínza, fundada en 1721, y recuperó su romería a mediados del siglo XIX incorporando la representación teatral. Se dice que lo hizo por una promesa a la virgen de la Merced al haberlo salvado de perder la vida o la libertad en tierras canarias o africanas.]
«Oí después que los discursos de hoy son obra de D. Manuel Lezón, ilustre gallego, jurisconsulto notable, ex-registrador de la propiedad de Celanova, cuyas dotes de autor de arengas guerreras desconocíamos hasta el presente, y ahora, admirados, celebramos.
(…)El moro y el cristiano no llegan a otro acuerdo que el de hablar mucho.
Vuelven a sus caballos y se reintegran a sus posiciones. Vemos entonces cómo la banda de música, poseída de inesperado ardor bélico, se sitúa detrás de los cristianos. En ambas líneas, suenan los clarines. [Al jefe de los moros se le olvida parte del discurso y le dijo al clarín de su partida:] –Perdín o fío. Sigue ti cornetín.
Y lo que no dijeron los labios del capitán lo dijeron los hinchados mofletes de su trompetín de órdenes.
[El jefe cristiano arenga a sus tropas mientras se le escapan los estribos y se le cae el bicornio. Les dedica palabras muy hirientes] D. Manuel Lezón se ensañó verdaderamente con ellos. «Sarracenos malditos», «perros infieles» y otras cosas así van saliendo de los labios del iracundo campeador. (…)
Y llega por fin el momento de que la ira literaria se plasme en el encuentro decisivo.
Empiezan a explotar las bombas de mano. El castillo se enciende y revienta por todas partes. (…) [Entre el humo] la caballería cristiana galopa alrededor de la fortaleza. Y se oye a la música tocando una vertiginosa marcha guerrera. (…)
En esto se acaba el bombardeo. El jefe moro acude a la puerta del castillo a reñir la última pelea. El capitán cristiano, a pie ya, sube la escalera, espada en mano. Luchan cuerpo a cuerpo. Vence el representante de la razón, de la fe, del poder puesto en sus manos por la Virgen de las Mercedes. Y la espada del peatón de Santa Baya se clava en el corazón del hijo del ex vocal del Centro Gallego de Cienfuegos. Feijoo vence a Pérez. El moro se rinde al valor, a la fuerza y al cornetín de órdenes del cristiano.
Sube un guerrero a lo alto de la fortaleza, rompe las supuestas cadenas que aherrojan a los supuestos prisioneros –que ya están medio asfixiados- y la bandera española substituye, sobre la almena más alta, a la enseña de la media luna.
Poco después galopan los nueve hombres del gran ejército cristiano hacia la procesión, y el capitán vencedor se coloca delante del albo carrito de la blanca Virgen y le da las gracias por su intercesión para liberar a los cristianos.
Así, con esta jocunda pantomima, el día 23 de Septiembre se rememoran en la Saínza, como en la Franqueira (…) los tiempos en que la Orden de la Merced desplegaba las alas de la caridad sobre las húmedas mazmorras donde los esclavos cristianos lloraban la ausencia de la libertad y de la patria detrás de los muros de Argel, la blanca y mahometana.
[Terminada la contienda llega la hora de la comida a la sombra de la «carballeira»] El pulpo de la feria. Es el plato obligado, el freno del apetito, el cómplice del vino, el buen amigo del caminante, que necesita reponerse con algo fuerte. Sin él no se concibe la feria. A él le debe la mitad de su salida el tinto del Ribeiro: de su salida de la tierra que lo da y de su entrada en el romero locuaz que suele devolverlo.»
Para saber más
SOLÁ, Jaime, “Al borde de la Laguna de Antela. Tremenda lucha de moros y cristianos”, en Vida Gallega: Ilustración Regional, nº 431, Vigo, 20 de noviembre de 1929
CASEIRO, Delfín, A Romaría da Saínza: mouros e cristiáns, Ourense, 2003
Parlais tambien el castejano que casique no vos intiendo!!