Manuel González, el ourensano pionero de la aviación argentina
Un 26 de agosto de 1888, vio la luz en Entrimo un niño que se llamaría Manuel González. Éste emigró con solo 13 años a Argentina, donde se formó como mecánico y se convirtió en uno de los primeros aviadores en ese país.
En aquella época los aviones llegaban a Argentina por piezas desde Francia y era necesario que alguien los montara, en esta tarea se distinguió Manuel González, que tenía gran facilidad para interpretar los planos que venían en las cajas. Mientras se dedicaba al montaje y mantenimiento de los aviones empezó a soñar con pilotarlos.
El aeródromo de Villa Lugano es el lugar donde recibe las primeras clases de vuelo. El 22 de julio de 1914 realiza el raid (vuelo de larga distancia) Mercedes- Luján- Villa Lugano y el 15 de febrero de 1915 consigue su brevet (título) de piloto aviador. Poco después llegaría a Instructor de Vuelo.
El 19 de marzo del mismo año, se convierte en el primer piloto de aeroplano en lanzar a un paracaidista en Argentina, una maniobra de gran dificultad, por la desestabilización que producía en el aparato. Para ver el espectáculo había que pagar entrada, aunque tuvo lugar en la playa de Quilmes.
Posteriormente, realizó vuelos por el interior del país, con averías que su pericia le permitía solventar.
Accidente con Basilio Álvarez, el cura de Beiro
El afamado líder agrarista y fundador del diario orensano “La Zarpa” viajó a Argentina en 1915, años antes de aparecer el citado periódico. En la capital argentina los numerosos gallegos residentes allí le tributaron un homenaje y en el mismo fue invitado a volar con Manuel González, sufriendo un grave accidente. Así lo relata “La Zarpa” varios años después:
En Buenos Aires, cuando la rápida visita de Basilio Álvarez a la Argentina, fue designado González por la colonia gallega para que dirigiese una gesta de aviación en honor del tribuno gallego. Celebróse este acontecimiento el 10 de octubre de 1915. Manuel González vino volando desde Lugano, la escuela de Aviación del Plata, hasta el espléndido campo de las afueras de Buenos Aires, donde unos veinte mil gallegos esperaban anhelantes (…). Después de realizar arriesgados juegos de acrobacia, aterrizó entre las aclamaciones de la multitud. Seguidamente, a instancias de la colonia gallega que le aplaudía con entusiasmo, volvió a elevarse llevando como pasajero al abad de Beiro. Pero a la altura de ciento cincuenta metros, por avería del motor, desplomóse el aparato en forma de barrena, causando una emoción profunda a los asistentes a la fiesta (…) El aeroplano se hizo dos mil pedazos, pero los tripulantes resultaron ilesos, gracias a la serenidad del piloto, que en pleno descenso vertiginoso, se echó sobre un ala del aparato para que el choque, suprimida la brusquedad, perdiese violencia. Fue providencial la salvación de Manuel González y Basilio Álvarez. Los periódicos porteños decían al día siguiente, que de mil casos, en 999, era segura la catástrofe.
Otras fuentes hablan de que la causa del accidente fue que uno de los cables que accionaban los timones estaba cortado. Curiosamente, el mismo año el Cura de Beiro tiene otro percance aéreo en un vuelo tripulado en Cuba por José Piñeiro, el primer aviador gallego; en éste no tuvo tanta suerte y quedó cojo de por vida.
Vuelta a Entrimo
En 1916 contrae matrimonio con Celia María Lavarello, perteneciente una acaudalada familia porteña a la que conoce trabajando como chofer suyo. Meses después regresa a España, acompañado por su esposa, debido al mal estado de salud de sus padres. Ya nunca volvería a Argentina.
Sobre su mujer dicen en «La Zarpa»:
su esposa, una gran señora por su cultura y bondad, tuvo el talento de adecuarse al medio, y ella que es hija de un millonario y habla a la maravilla cuatro idiomas, posee una hermosísima voz y es una artista consumada, (…) la gran dama bonaerense, cerró con cuatro llaves los vestidos de seda, y al día siguiente de llegar a Entrimo, como una lugareña más, (…) entregóse encantada al cuidado de su esposo y de sus hijos.(…)
En su pueblo natal continúa su gusto por la mecánica y funda la empresa de transporte “La Competencia” con automóviles que unen Entrimo con Ourense, pasando por Bande y Celanova.
Fallece prematuramente el 4 de mayo de 1927, a los 38 años, posiblemente víctima de una terrible pulmonía, poco después de la muerte de José Piñeiro, otro célebre aviador gallego al que nos hemos referido anteriormente. Fue enterrado en el cementerio de Ferreiros. Según narra un corresponsal a “El correo de Galicia: órgano de la colectividad gallega en la República Argentina”:
De allá nos llega la noticia de su fallecimiento, ocurrido el mes pasado, que enlutó al pueblo que lo viera nacer y que lo tenía por hijo predilecto.
Al acto de sepelio (…) asistió el pueblo en masa, encabezado por las autoridades municipales y provinciales (…) El cadáver fue conducido a hombros la larga distancia que mediaba entre el cementerio y su residencia, turnándose los que lo conducían, pues todos querían de ese modo testimoniar el aprecio que en vida se conquistara.
Su viuda recibió una “pensión graciable” del Poder Legislativo Nacional argentino desde septiembre de 1958. Uno de sus nietos residentes en Argentina, Alejandro Callari, regresó a Entrimo hace años y comprobó que los más mayores seguían recordando a Manuel González como “el aviador” y a su mujer como “la argentina”. Sobre su lápida todavía figura la silueta de un avión.
Fuentes
La Zarpa: diario de los agrarios gallegos, Ourense, 1927/5/6 y 7
El correo de Galicia, órgano de la colectividad gallega en la República Argentina, Buenos Aires, 1927/06/04
Muy conmovida por la historia de Manuel González. Por la relación geográfica con mi familia: Orense, Entrimo, Bande, Argentina.
Soy nieta de Vicente Álvarez Rodríguez, nacido en Bande. Y bisnieta de Manuela Rodríguez Martínez, de Bande, y de Nabor Álvarez de Castro, éste de Gomesende.