Héroes anónimos de A Limia ante la invasión francesa de Galicia (1809)

Dibujo de la batalla del Puente de la Laguna de Antela/Taxes (1908)
El 23 de febrero de 1809 pasó a la Historia por un hecho trágico, una batalla en A Limia durante la Guerra de Independencia española contra las tropas francesas del mariscal Soult. En dicha contienda destacaron por su arrojo y valentía varios vecinos de esta comarca: hombres, mujeres, curas, frailes (del convento de Trandeiras) e incluso niños; que lucharon, algunos sin más armas que sus herramientas de labranza y propias manos, contra 5.000 soldados del ejército invasor.
El campo de batalla se extendió desde Sandiás hasta Xinzo de Limia y algunos pueblos aledaños, teniendo uno de sus puntos críticos en la defensa del puente de la Laguna de Antela (posiblemente el desaparecido Puente de As Poldras). Allí los limianos construyeron barricadas, con la ayuda del Regimiento de Voluntarios Catalanes, e hicieron tal resistencia que los franceses pensaron que estaban ante un ejército reglado.
Fueron varios los autores que recogieron estos hechos, empezando por los coetáneos Pardo de Andrade y Manuel García del Barrio. El etnógrafo, historiador y arqueólogo Jesús Taboada Chivite escribió un artículo para el diario ourensano La Región, en marzo de 1952, en el que rememoraba este episodio y al que puso el elocuente título de “El cazador de franceses”. Dejemos, pues, que nos ilustre:
La vieja táctica de España, fruto a su vez del individualismo ibérico y de la vehemencia del corazón que apreciaron los analistas romanos, dio a la guerra de la Independencia el aspecto popular y emocionante de las guerrillas. Al lado de nombres famosos que recogió la historia están cien motes o apodos de guerra muy expresivos, pero con menos resonancia en las crónicas de la guerra: El Chaleco, El Capuchino, El Estudiante y Caracol, si no alcanzan la gloria del Empecinado o Espoz y Mina, tienen también su fama que se cantó en romances o se conservó en la memoria de cada pueblo.
Francia les llamó, brigands, como los romanos ladrones, pero eran hervor y fuego patrio en una lucha feroz y tremenda por la propia independencia. Tarde, pero honradamente, reconoció el Emperador que España luchó entonces como un hombre de honor.
Galicia hubo de responder también con dramático heroísmo, Napoleón en persona avanzaba contra Moore cuando un pliego de Cambaceres le detuvo en Astorga. Aquí en la vieja Astúrica, esclarecida de glorias romanas, pudo quedar truncada la grandeza y derrota del Corso si el trabucazo del familiar del Obispo hubiera cortado la pesadumbre de sus cavilaciones cuando Bonaparte descansaba ante la chimenea episcopal.
Soult y Ney quedaron con la encomienda de perseguir al inglés y penetrar en Portugal.
La legítima resistencia gallega corre por las historias y hasta las proezas fueron dialogadas con realismo y viveza en el gallego rudo, pero ingenioso de Chinto y Mingote.
En todas partes hubo prodigios de valor. El de los soldados mereció el elogio de Wellington, hombre “seco como una fórmula algebraica”, pero que escribió en alabanza de nuestros soldados la más encendida apología. Cada uno, según él, merecía el bastón de mariscal.
Pero al lado de estos héroes obligados por la disciplina castrense, la emulación o la voz del oficial, hay otros cien que en combates singulares, en lucha sorda y anónima, se enfrentaron al enemigo, como aquel mozote de 18 años que en el camino real entre Allariz y La Limia, provisto de buen garrote y agarrado a la cola del caballo que montaba un dragón, se defendía con denodado tesón hasta que otro francés le abrió el cráneo de un sablazo.
Pero merece recuerdo entre todos un cazador de franceses. Hasta entonces había alimentado su vieja afición este paisano de Pena cobrando perdices en las alturas de Sarreaus o en las laderas de Trandeiras, y patos, garzas y cigüeñas en el cielo de La Laguna. Un día llegó de Ginzo la noticia de los franceses. Avanzaban precedidos del éxodo doloroso de los paisanos cargados con sus enseres.
El cazador de Pena se echa al monte con cuarenta cartuchos en su cinturón venatorio. Escudriñando aquí, atisbando allí, fue cobrando su caza humana con tal acierto que de otros tantos tiros mató a 39 franceses. Uno lo reservó para escapar entre matorrales y carrizos, camino de su lugar.
Cuando huía, lo avistó un dragón. El jinete persiguió al paisano, que tuvo que pasar un río. Pero el francés le acosaba y entonces quemó su último cartucho. Se echó la escopeta a la cara, apuntó con tiento y el jinete dio un quiebro trágico para venir al suelo. El cazador de La Limia había coronado su implacable montería. Con la perspectiva del tiempo parece bárbara y crudelísima esta lucha feroz, pero el invasor era más inhumano y violento.
En Ginzo mismo hacinaron los extranjeros “en la casa nueva del Abad de Ginzo” a muertos y heridos en número crecido y entre fiestas y risas le plantaron fuego.
El valiente cazador de Pena, vengativo y duro, como un héroe antiguo, tiene una grandeza épica.”
Un bagajero de Sandiás, capturado por los franceses, contó que en dicha casa, a la que plantaron fuego, metieron hasta 354 muertos (de ambos bandos) y heridos (limianos), con 30 caballos heridos. Con todo, el saldo de bajas fue peor para los invasores, que perderían unos 500 o 600 soldados, frente a los 300 o 400 paisanos de A Limia.
Después de esta contienda, se crearon la Junta y el Regimiento de Lobeira, para liderar la resistencia contra los franceses en el sur de Galicia, que también contó con heroicos limianos entre sus filas. Éstos participaron en otros grandes enfrentamientos bélicos, como el de Ponte Sampaio (Pontevedra), ocurrido entre el 8 y 9 de junio de 1809, que supuso la retirada definitiva de los franceses del territorio gallego.
En febrero de 2009, coincidiendo con el segundo centenario de la batalla, se colocó un sencillo monumento en homenaje a las víctimas en el Parque de O Toural (Xinzo de Limia).

Monumento conmemorativo de la Batalla de Xinzo en 1809/ Edelmiro Martínez Cerredelo
Para saber más
La Región, diario independiente, de intereses generales, de noticias y avisos, N.º: 11153, Ourense, 26/03/1952
MARTÍNEZ CERREDELO, Edelmiro, «As tropas de Napoleón na Limia», en Lethes: cadernos culturais do Limia, N.º7, Xinzo de Limia, 2006